Redacción iamnoticias.com.ar
Al futbol solo se le parece el clima de Islandia. El Madrid empezó en Riad con casi todos los de Riad y resultó otro desastre saudí. Dio que pensar que quizá no fue el Barça, que quizá no fue un atropello, que quizá fue un harakiri.
En ese primer tramo el Villarreal navegó como un submarino nuclear pilotado por Gerard Moreno. Luego entraron Ceballos y Asensio y vino el volantazo. Dos suplentes para dejar mal a Ancelotti, a los que salieron de inicio y a un Villarreal que sacó el cava antes de tiempo sin reparar que el fútbol tiene un inmortal. Esa capacidad del Madrid para volver del más allá no acaba solo en la Champions.
Antes del primer minuto, la pelota ya había visitado las dos áreas. Ese es el tremendismo de la Copa, la competición donde no hay mañana. Y en este punto se han acabado los descansos y los suplentes. Ancelotti puso lo mejor de lo que le queda, que es poco descontando lesionados y descatalogados.
Fue un once escritos con la mano izquierda, para no molestar. Y el Villarreal cambió, respecto al duelo de hace dos semanas y portero al margen, un titular. Esta vez jugó Capoue por Coquelin y a los tres minutos ya le había hecho un gol al Madrid, que continuaba en Riad. La jugada tiene poco que contar: Foyth sacó de banda, Gerard Moreno convirtió en estatua de sal a Rüdiger en dos toques y Capoue aprovechó el pase para marcar con muy poco ángulo mientras Camavinga, esta vez como pivote, le vigilaba con la mirada. El fiel retrato de un equipo indefenso. La peor noticia para quien anda en crisis de fe.
El jardín de Gerard Moreno
En ese partido abierto pareció tener las de ganar el Villarreal, superior en todo el territorio. Parejo ponía el ritmo. Capoue era una operación acordeón, que estiraba y encogía el equipo con mucho sentido. Gerard Moreno abusaba de Rüdiger en cuanto le alejaba del área. Yeremy Pino mantenía en constante alerta a Nacho. Y Vinicius comprobaba que ha tenido cientos de marcadores más amables que Foyth. Cansado de estrellarse contra el argentino, cayó demasiadas veces en la extravagancia.
A Rodrygo pareció írsele el ángel, Benzema quedaba fuera de onda y el desajuste entre Camavinga y Kroos resultaba evidente. El Madrid de enero. De este y de tantos eneros. Un equipo vacío de energía, de entusiasmo y de respuesta.
El Villarreal miró pronto al marcador. Tenía un gol en la mochila y un adversario en estado crítico, que se tragaba todos los balones al espacio. A Nacho y Militao les faltaban piernas en su ingrata y desbordada labor de corrección. Dos hombres contra un submarino, convertido en nuclear por un Madrid fantasma y por la omnipresencia de Gerard, tambor y violín. Tiene los planos de su equipo.
Solo al final de la primera parte se estiró Mendy, al que se le abrió un mundo por su banda porque Chukwueze dimitió en el repliegue. El francés remató mal un buen servicio de Benzema. Y asistió después a Rodrygo, que disparó con sosería a los pies de Pau Torres, con Jorgensen rendido.
Acabó con la minirreacción Gerard Moreno, que danzó sobre el área hasta sacar entre tres defensas blancos un pase que plantó a Chukwueze frente a Courtois. No perdonó el nigeriano, que había arrancado en el inicio de la jugada en posición legal por una pulgada de VAR.
El segundo mazazo fue un error claro de Valverde en un remate sin oposición desde el borde del área. En octubre, desde quince metros más atrás, la hubiera mandado dentro. Ahora no es tiempo de mandarinas.
El volantazo
Tuvieron que pasar once minutos para que Ancelotti hiciera sus primeros cambios, tarde para cómo se había nublado el partido, pero la cosa resultó. En una combinación eléctrica (la primera) entre Camavinga, Benzema, Ceballos y Vinicius, este recortó distancias. Para entonces se había marchado tocado Foyth. Entró Mandi y Vinicius sintió que le habían quitado las esposas. Para entonces el Madrid había apretado más y más arriba en la presión sin exageraciones. Sus piernas no dan para repetir las emboscadas.
También el Villarreal era otro, con menos latido y menos pretensiones. Dio muerto al Madrid, que solo andaba dormido, muy dormido, pero que siempre encuentra quien le despierte. Esta vez fue Ceballos, suplente inexplicable viendo quienes le rodean. A Ancelotti le cuesta alterar el orden de las cosas. El sevillano también urdió el segundo gol blanco. Mandó un centro al segundo palo que cabeceó Benzema, rechazó Jorgensen y remató Militao, al que las emergencias llevan de un área a otra.
Lo de Ceballos fue un tsunami que él mismo culminó. Fue en una internada de Asensio, otro que dejó en evidencia a Rodrygo, con remate final del exbetico raso y junto al palo. El fin del Villarreal y el pasillo al bombo de cuartos para un Madrid que lo ha olvidado casi todo menos remontar. Eso lo trae de nacimiento. San Mamés ya no parece la puerta del infierno.
Fuente informativa: iamnoticias.com.ar
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